jueves, 24 de octubre de 2013

El sombrero de Vida, 9

El sombrero de Vida

Novela de Augusto Cesar

A Vidalia Gutiérrez, la dama de los sombreros


“No se puede amar al servicio militar sin detestar al pueblo”, Isabel Allende en De amor y de Sombra.





A Sor Juana Ixcot, amiga que me devela la realidad de mi país. A Mario Sarti, confidente del alma.

“La desgracia se lleva en la sangre”, Isabel Allende en De amor y de Sombra.



APÉNDICES DE LA SEGUNDA PARTE




1.-Martirologio para Calixto.
Se sintió humo. Era humo. Se sintió aire. Era aire. Calixto no podía comprender por qué después de tanto dolor podía sentirse así. Alguien... unos hombres lo fueron a tirar frente a la Universidad de San Carlos. Tiraron su cuerpo torturado del carro como quien tira una basura...lleno de perforaciones de bala, muerto. ¿Todavía soy el guerrillero Calixto? Si, todavía lo soy. Debía incorporarse. Pero al hacerlo se sintió humo. Era humo. Se sintió aire. Era aire. Y flotó. Ya no debía caminar. Podía andar en el aire. Como niño se sintió libre.... todo aquello había sido una pesadilla. Fue el único sobreviviente de la quema de la Embajada de España... Quedó medio vivo en medio de los cadáveres y lo pudieron recoger para llevarlo a un hospital privado para que fuera atendido. Pero ¿por qué no se murió en ese momento? Del hospital fue secuestrado por hombres armados y uniformados. Se lo llevaron para terminar de rematarlo. Para hacerle saber que tenía que pagar por no haberse chamuscado entre las llamas. Ese preció era un dolor terrible. Una tortura que lo hizo desear la muerte. Una tortura que desde siempre, había sufrido todo su pueblo. Luego, las balas. Ni se sienten cuando entran al cuerpo. Luego, una oscuridad. Lo meten al carro. Lo llevan a alguna parte. Lo tiran en la USAC y, como si nada hubiese pasado, la paz. Salir del cuerpo es bonito. Se ven a todos los antepasados. Se entra en contacto genético con cada uno de los dioses del Popol Vuh. Se siente uno mismo Corazón del Cielo. Y se da gracias porque la tortura terminó. Duele todavía un poco. Pero ya no tanto. Eso sí, la memoria no se olvida ni en el Cielo ni en la Tierra ni en el Infierno. Se sintió humo. Era humo. Se sintió aire. Era aire. Pero un aire con memoria. Capaz de revivir lo que pasó en la Embajada de España... Tenían que ir a las embajadas. Como fueron antes a la de Suiza. Para decir que eran pobres. Que no tenían recursos para salir del país y protestar... y pedir ayuda. Por pobres tenían que ir a lo más próximo a contar que en Guatemala las cosas van mal. Que hay infrahombres que martirizan al pueblo. Que hay hambre y miseria. .. Todo debía ser pacífico. Los indios son pacíficos como el humo y como el aire. Se sentía humo. Era humo. Se sentía aire. Era aire. Trajeron hasta a los niños... Todos debían marchar para pedir a los soldados salieran de la zona y los dejaran en paz. Entre la multitud venía don el padre de su mujer, mi abuelo.  ¿Y aquella ya no vino verdá? No. Ella se quedó pa´ seguir con su curso.  Cómo hace de falta la jodida. Esa tiene los pantalones bien puestos. Sabe lo que tiene que hacer. Vos Calixto, hubiera querido verla. Fijate que no se por qué pero creo que ya no nos vamos a ver con la patoja. Ay suegro, ¿qué puede pasar? ¿No las embajadas son terreno extranjero pue? En la de Suiza no pasó nada. Pues no sé. Los soldados tienen las armas vos. Quieren seguir secuestrando y no quieren que protestemos por eso. Ojala suegro que ya podamos vivir en paz alguna vez. Como dicen pasó cuando éramos dueños de todo. Ya estuvo suave que no nos quieran dar ni de comer. Y claro que llegó la paz a él. Pero para eso tenía que sentirse humo. Era humo. Sentirse aire. Era aire. Su mujer, mi madre quería ir pero ni siquiera pudo estar en el entierro de los quemados. No quería quedarse. Deseaba morir. Pero el destino le tenía preparado algo más importante en El Libro de la Vida. Antes debía vivir aquella carnicería. Miles de personas enterraron a los quemados. El odio se sentía en el pueblo. ¡Que ironía! España rompió relaciones con Guatemala y fue precisamente con la venida de ellos acá que empezó el martirio de los indios en El Libro de la Vida. Que empezó a regarse su sangre y a torturarse. Mientras se enterraban a los quemados, un hombre gritaba de dolor. Lo habían sacado del Hospital y lo torturaban. Lo hacían pedacitos porque no se le podía perdonar ni la vida siquiera... Estaba herido desde siempre en este mundo. Pero pronto se sintió humo. Era humo. Se sintió aire. Era aire. Si te quedás vivo hijo de puta, era un torturador, lo llamaban desde esa época, el Arcángel de la Muerte, vas a tener que decir que todos ustedes vinieron armados... que ustedes mismos se quemaron. Pero no... sos bien indio. Vos también sos indio, era Calixto, ¿cuánto te pagaron por matar a tus hermanos? ¿Cuánto te pagan en la G2 y en la Policía? Sho serote. Yo soy más que la G2 y la Policía. No te vergueo más porque estás delirando. Ya yo indio. Eso es lo triste. Todos indios y unos por complacencia se van a poner de parte del opresor. El Arcángel de la Muerte lanzó la orden, lanzaron bombas y  la Embajada se empezó a quemar. Llamas. Humo. Tosidos. Personalidades gritando.  Carne acolochándose como cuando se asa un coche o se hace un churrasco de vaca.  ¡Y qué olorcito! Más de algún pedacito le llevaron al Arcángel de la Muerte para que se hartara en el almuerzo. Uno les quitaba pedacitos a los cadáveres y se los llevó. al Arcángel de la Muerte y al Presidente. El Arcángel de la Muerte sabía lo que hacía. Armó a sus chontes con bombas de fósforos para que inmediatamente todos se pusieran tiesos. Y el suegro de mi padre, mi abuelo, fue acribillado. Le dieron cinco balazos en la cabeza y uno al corazón. Lanzaron granadas y cada quien daba su versión por lógicas e ilógicas que fueran. La Prensa tenía miedo. Ignoraba que Calixto estaba puspo de tanto pijaso. Sus ojos estaban hundiéndose entre dos cavernas profundas donde veía el rencor... el odio de su torturador. De aquel indio que no se creía indio. De aquel indio que lamía botas.... Pero ahora todo era diferente. Se sentía humo. Era humo. Se sentía aire. Era aire. Como el incienso del pom. En El Quiché habían soldados como aquel torturador... como el que llevó carne de indio a los chacales para su almuerzo... secuestraban y las familias ya no querían eso... ya no querían represión. Pero no sólo el Ejército hacía esas cosas. (También los guerrilleros. Estos fueron los que torturaron a mi madre, la esposa del guerrillero Calixto, acusándola de traidora por no estar en la Embajada y morirse allí). Querían paz... pero los quemaron como los quemaban en la montaña... los mataron como los matan en la montaña. Y no sólo a ellos. También a muchas personas que querían irse del país y por eso estaban en la Embajada. Querían refugiarse para informar al mundo que aquí hay indios que no se creen indios. Que aquí hay hombres que lamen botas. Que la sangre corre a chorros y la carne se chamusca.  La abuela Lola, madre de mi padre, el guerrillero Calixto, los odió más. Le hubiera gustado estar allí. No por su hijo sino por los otros. Fue mejor que mataran a su consuegro antes que lo torturaran como a Calixto. Tal vez por ello, éste le salía en sueños gritando... puspo como lo dejó el Arcángel de la Muerte cuando empezaba a ser indio que no se creía indio... con los ojos hundidos, viéndola a ella y pidiéndole más y más para salvar al pueblo... Muchas veces quiso espantarla porque era humo... era aire. Pensó agradecerle en el fuego. En los espejos... pellizcarla y ponerle la piel eriza... halarle las patas cuando estuviera dormida. Pero no. Sólo se le aparecía en sueños... la respetaba... Era su madre y si no fue es porque así los dioses lo dispusieron. Para algo serviría tanto dolor... tanta sangre... su sangre... Y era de esperarse. Ya habían tomado emisoras... los chacales así reaccionaban y la lógica del Arcángel de la Muerte era esa. Por eso eructó después de almorzar con el Presidente y su soldado. "Perdón mi general", le dijo al Presidente. "pero la carne me cae pesada al estómago... y mi pedazo me salió algo crudo". El suegro de mi padre, el padre de mi madre, lo sabía y, por ello, le dijo no volvería a verla.... lo presiento, le dijo, por no decirle, lo sé. Calixto  también lo sabía. Pero prefería decir que no iba a pasar nada. Después de todo la muerte... la tortura... la marcha... la protesta... todo era mejor a seguirlos aguantando. Además, no había diferencia... el Infierno era el mismo. Por eso Calixto gozó su sepelio mientras el Arcángel de la <Muerte eructaba y se sacaba carne de los dientes con las uñas de los dedos. Era una fiesta... una fiesta porque todo el dolor, la sangre... el odio... había terminado como terminan las películas del cine... con un fin... como terminan las novelas... con un punto y aparte aunque sea un punto de esperanza. El epílogo después del fin que marcó su propia muerte... Pellizcarla a su madre, mi abuela Lola, halarle las patas, hacerla sentir incómoda sería una broma para después... pero una broma que le haría saber que todo un pueblo, hasta los muertos, se sentía feliz.. Tal vez por eso, ella al llegar por última vez a su pueblo se sintió rara... fue como un pellizco en las nalgas. Y no lo dijo, tal vez por respeto a su marido. O por miedo a que fuera algún muerto... de aquellos que por morir violentos aún están en este mundo viéndonos y viviendo con nosotros como si aún no se hubieran ido. Descanse en paz mi padre, el guerrillero Calixto, espíritu sonriente. Descanse en paz hombre que se sintió humo... era humo... que se sintió aire... era aire... que se sintió incienso... era incienso. Que nos representa a todos en esa eterna sonrisa que le da valor y esperanza a la palabra pueblo. Descanse en paz Calixto. Sé que la luz guía a estas letras que pide perdón a tí y a los tuyos. Eso si, cuidado, porque duelen los pellizcos en El Libro de la Vida. El Presidente y el Arcángel de la Muerte aplaudieron al Soldado. Lo invitaron a comer y luego lo ascendieron. Estaban felices y el Presidente al comer el churrasco se comió su propia locura. Por ello ahora los sesos se le quemaron y tiene el mal de Alzheimer. A mi, dijo el Presidente al Arcángel de la Muerte, esa carne me dio chorrillo. Tal vez no era de indio. Tal vez era de alguno de los que estaban pidiendo refugio. Mejor no pensemos en ascender a este soldado por burro.  No, mi general, respondió el Arcángel de la Muerte. Si era de indio, era la carne que yo mismo le arranqué al guerrillero Calixto nuestro soldado, es un héroe y todos los héroes nos convienen. Lo que pasa es que la carne no estaba bien asada y eso no es culpa de este pobre...


2.-Oración al Arcángel de la Muerte
INSTRUCCIONES: Léase en los altares invisibles cuando se quiera sembrar más odio, injusticia e ignominia. Léase en caso se necesite diezmar a un pueblo y quitarle sus garantías. Léase en caso se quiera un dictador en cualquier nación del mundo, Léase que el Arcángel acudirá esté vivo o muerto…

Lágrimas rojas
brotan de mis ojos
miles de hombres
caen a los suelos
mujeres violadas
niños masacrados
se les niega el día
y se les regala una noche larga
oscura
aterradora
y el responsable
 pretende gobernarnos
con la señal de la bestia
en sus propios dedos
para pisarnos
para estrujarnos
nos señala con un dedo
que pretende ser divino
y todos le temen
la masa adormecida
lo prefiere
con el ya no hay futuro.

Se castra
la esperanza
se pierde
Guatemala
entre la niebla
de la historia
como una india
virgen
entre las multitudes
como una lágrima roja
que se evapora
como una sombra
que se fulmina
como una sonrisa
que se desvanece.


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