martes, 13 de agosto de 2013

El sombrero de Vida, 1

El sombrero de Vida

Novela de Augusto Cesar

A Vidalia Gutiérrez, la dama de los sombreros


“La realidad es un revoltijo, no alcanzamos a medirla o descifrarla porque todo ocurre al mismo tiempo. Mientras usted y yo, hablamos aquí, a su espalda  Cristóbal Colón está inventando América y esos mismos indios que lo reciben en el vidrio de la ventana, están todavía desnudos en la selva a pocas horas de esta oficina y seguirán estando allí dentro de cien años. Yo trato de abrirme camino en ese laberinto,. De poner un poco de orden en tanto caos, de hacer la existencia más tolerable. Cuando escribo cuento la vida como a mí me gustaría que fuera”,  Isabel Allende en Eva Luna.


A don Enrique Godoy, el gran novelista después de Asturias. A Ligia Villagrán, psicoastróloga de mi alma.


“... mientras pudiéramos permanecer callados era como si nada hubiese sucedido, lo que no se nombra casi no existe, el silencio lo va borrando hasta hacerlo desaparecer...”,  Isabel Allende en Eva Luna.


1

Me quité el busto. El maquillaje de la cara. Me quité el vestido y en el espejo se reflejaba mi pecho peludo. Me quité el calzón. La media derecha... Y vi el contraste de mi pierna peluda y la otra. La media izquierda. Lo que hace el arte de la transformación, pensé.
Quedé desnudo. Masculino. Peludo. Me puse mi traje cotidiano de hombre.  Apagué la luz. Salí. Me despedí de todos  y me fui en un taxi rumbo al Hotel San Diego donde me esperaba Cholopo quien me había enseñado vestirme de mujer. El éxito de mi transformación se debió a su experiencia y buen gusto. Siempre le viví agradecido y, por eso, pensé atender las súplicas en las cartas de su amante. De alguna manera, yo siempre resulto inmiscuido en la vida y problemas de los demás. Y esta no seria la excepción. Sobretodo con el cariño que les tengo a Cholopo y su traido.
Eran las 12:00 de la noche. Lo invité a cenar al Cholopo.  Así que salimos a esperar comiendo, dieron las 6:00 hrs. Para abordar el bus a Chichicastenango donde el cumpliría su promesa de tirar al río los brazieres, calzones y vestidos de su madre que se ponía  en las noches adoptando la personalidad de doña Julia. Razón tenía Raúl al decir que esa obsesión de él por su madre era una versión provinciana y guatemalteca de la película  “Psicosis”. Cosas de las que todos nos dábamos cuenta menos él mismo. Dicen que un enfermo nunca sabe lo que tiene. Pero los demás, si.
Según Cholopo, el mejor homenaje que sus remordimientos le harían a su madre es ser como ella. Por ello, lo primero que le enseña a todo mundo son las fotos y todos se ríen de él preguntándole si alguna vez se ha puesto el famoso vestido de india. Una vez, llego al negocio de Augusto lleno de alhajas: Aretes en las orejas, cadenas en el cuello, pulseras, relojes, anillos y los lucia todos con orgullo y elegancia, agregando a cada una de ellas: Es de mi mamá,... también de mi mamá... también de ella... Y es que mi madre era la mejor vestida de su época, la más bella, la más elegante... Adjetivos que solo el como hijo podía adjudicarle ya que las fotos delataban a una mujer común y corriente, provinciana como todas las chichicastecas de siempre.
Alguna vez, caminando por los pueblos cercanos a Chichicastenango y ver gente tan linda como en Chinique, Joyabaj y Chiché, pensé que esa “mamitis” era tan enfermiza que hasta había perdido Cholopo la noción de lo fea que es la gente en su pueblo a comparación de los otros lugares. Cuando, se lo dije, en las veces que pensé que tenia remedio y Cholopo podía entra en razón, me salió con doña Julia era muy bonita, “ella es la indita de la que Paco Pérez habla en su famosa canción Chichicastenango”. Si supiera, pensé, que yo sé toda la historia de Paco Pérez y sus canciones y que lo he discutido con más de algún historiador. Pero Cholopo insiste en que él alguna vez la vio vestida con el traje de india de la foto y que él se enamoró de ella como todos los hombres y mujeres se enamoran en el presente de él. “Lo que se hereda no se hurta”, decía.
“Lo que no entiendo, opinaba Raúl, es quien es su madre. Lo único que enseña es la foto y el vestido. Probablemente ella siempre fue nadie. Hasta en vida, se me figura, fue un fantasma como lo es hoy. De repente nunca existió. Solo en la mente enferma de Cholopo”. Concluía también Raúl en que “a este loco hay que ayudarlo psiquiátricamente. Estaría tal vez mejor en un hospital o algo así”. Conclusión a la que llegaba todo aquel que apreciaba a Cholopo y a la que una vez Juan y Samara llegaron pero de la que desistieron al ver no se ayudaba a sí mismo y nos aconsejó a Augusto y a mi que qué bueno si queríamos ayudarlo. Pero mejor si nos nos metíamos, pensamiento que siempre vibró en nuestras mentes y que me llevó a mi a investigar el terreno.
Rigo, el portero de Hotel San Diego nos abrió a disgusto.
 -¿Y este que?, le dije a Cholopo.
-Es que me lo cogí una vez. Aguanta que no quería y con la verga bien parada.
-¿Lo infectaste a él también?
-No sé. Tal vez si.
-Si se enteró que lo infectaste con el VIH tiene razón de odiarte.
-No creo que sea por eso. Lo que pasa es que como todo indio es fácil de usar. Pero como buen indio tiene sentimientos de culpa y es resentido. Así son Quique, el que deja su cicle en mi casa,  Joel, mi alumno de pintura; Homero, el cartero y Juan, el dueño de Chichirancho. Pero son ricos y buenos en la cama, toda vez uno les enseñe. Lo que importa es el momento, ¿o no?
No me gustaba la manera en que Cholopo se expresaba, sobretodo de sus supuestos amigos como Juan. Pero decidí no decir nada, como siempre y seguir con aquella fila india...
 -¿Y tu único y verdadero amor, tu vecino, Eleazar, el paloma?
Cholopo empezó a reír porque siempre le menciono a “su verdadero amor”, aquel seudotravesti que al irlo a buscar a las 4 o 5 de la mañana, para que no se de cuenta nadie es su amante, ha provocado el escándalo del vecindario porque todos saben ese secreto a voces.
Todos se dan cuenta cuando Eleazar, el vecino, llega a buscar a Cholopo a su casa por el escándalo que hacen los perros  cho chow, las mascotas del abogado que vive al lado de Cholopo.
Fue raro que Cholopo riera cuando le mencioné esa vez a Eleazar porque “como todos los indios no ve de frente, es hipócrita, pero bien que da las nalgas donde sea....”. Según Cholopo eso no era amor y orgullo sino vergüenza. Pero como se rió, me atreví a preguntarle cual es el apellido de Rigo con la intención de averiguar de una vez si se trataba del mismo que habían atendido en el hospital por el VIH o no.
-¿Y qué importa su apellido?, dijo en uno de sus súbitos arranques de rabia. A voz te encanta inventar historias. Te fascina meterte a la mente cosas. ¿Estas celoso o que?
Le dije que no me gritara porque de lo contrario no lo iba a acompañar.
-Eres un estúpido Rodolfo, dijo.
-Tampoco te trates así a ti mismo, dije yo.
-Te lo digo a vos, Rodolfo.
Creí entender en ese momento por qué no le gustaba a Cholopo darme los ojos.  Porque no eran los de él sino los de su madre que veía en mi la imagen de aquel Rodolfo que la decepcionaba tanto. Lo que no entendí es que se trataba de un aviso de todas las demás cosas espantosas que me iban a ocurrir por tratar una vez de meterme en lo que no me importa, ayudar a quien no debo y no hacer caso a consejos como los de Juan, Raúl y Augusto.
Preferí no decir más. Decidí abstraerme en mis recuerdos. Por más que Cholopo indagaba le respondía: En nada, no pienso en nada. Sólo que prefiero no decir ni una sola palabra.
Cholopo cual serpiente encanta a todo mundo hasta que la tiene rodeada y la estrangula. Sin querer yo había caído en ese juego. Por eso, para darle gusto decidí recordar y meterme una historia a mi mente. Estaba en la ciudad de Tegucigalpa, Honduras. Fui presentado como travestí de la alta sociedad entre el grupo gay mas selecto. Inmediatamente uno de los políticos, candidato a la presidencia de la Republica quedó prendado de mí. Me coqueteaba. Me invitaba a comer y a salir. Al inicio me di mi importancia. Pero luego cedí. Hicimos el amor, o mejor dicho, se lo hice yo a él. Me gustaba. Pero no para enamorarme. Como siempre, no supe medir el peligro en el que estaba.
-¿En que pensás?, indago Cholopo.
-En una de mis historias.
-Perdoname. No fue mi intención.... No me gusta que estés como ausente cuando sé que es por mi culpa.
-Si contigo se hace imposible hablar, por lo menos pienso cosas, “mis historias”. Aunque no soy tan original. No se me viene nada inventado. Simplemente, recordaba.
-¿Qué cosa?
-El inicio de la historia de la Travestí. En Tegucigalpa.
-Hemos hablado tantas veces de eso que me lo sé de memoria. Creo que piensas siempre en el principio porque te gustó cogerte al político.
-No. Era como todos. Lo que pasa es que nunca pensé que yo fuera tan ambicioso.
Como siempre, no supe el peligro en el que estaba. Los enemigos políticos de aquel hombre, sabiendo de sus debilidades filmaron nuestra noche de amor. Se habían confabulado para destruirlo. Así que uno de ellos me citó en Comayaguela. Cuando conté a donde iba, me advirtieron que era el lugar más peligroso de la capital hondureña.  Pero la curiosidad pudo más y llegué. La cita era en una de las habitaciones del Hotel Honduras donde un viejo gordo, el Regidor, me esperaba con una botella de champagne y el video listo para enseñármelo.
-Lamento que su majestad haya venido a  un lugar de poca categoría pero no puedo arriesgarme a que me vean con la amante de mi rival político.

Al ver el video, me di cuenta de inmediato de lo que se trataba porque algo se me había dicho por teléfono cuando me citaron: “Hay un video porno en el que usted y un político sale que puede interesarle”, dijeron.  Así que lo activé.
-Quiero contarle señor Regidor que no viene por su chantaje. Los escándalos me vienen muy bien  y me encantan. Así que me da igual que este video salga a luz pública o no.
-Lo sé. Por eso nos atrevimos a citarla. No crea que no investigamos a su majestad. Y de veras que es usted alguien de carácter, a quien nadie puede chantajear. Además,  más linda que una mujer. Toda una reina.
-Ahórrese los piropos y dígame qué quiere.
De inmediato sacó debajo de la cama un portafolio. Al abrirlo estaba lleno de dólares.
-Es un regalo para su majestad, la reina. $ 100,000 dólares. Habrá otro regalo similar, después que nos haga un favor.
-¿Quiere que salga hablando públicamente sobre el político?
-No somos tan vulgares.  Quiero más filmaciones, más intimidad... más pornografía... y en medio de la misma usted y el político hablen de cosas que nos interesa que se sepan.
-¿Y si me descubre?
-No. Sólo usted y yo sabremos que hay cámara en su alcoba y su oficina. En los relojes... ¿me entiende?
-¡Los lugares favoritos para coger de nosotros dos!
-Y usted, como la gran actriz que es, aprovechará lo loco que está por usted para preguntarle cosas generales sin despertar sospechas...
-Obviamente, si le digo que no porque estoy locamente enamorada del político, este material porno que ahora tienen lo usarán de todos modos pero de  una manera que yo salga perjudicada.
-Usted y yo podríamos ser grandes productores de cine o de teatro.
-Quizá para eso le falte a usted cultura.
-Tengo la suficiente como saber que si me dice usted está locamente enamorada del político es una mentira más grande que una película o una obra de teatro completas.
-¿Cuál es la información que más le interesa señor Regidor?
-Lo que más me interesa es que él confiese  sobre la acusación que salió en el periódico del martes pasado  donde yo lo acuso de haber matado  su esposa.
-No me costará mucho conseguirlo porque ni siquiera se lo he mencionado. No tenía intención de hacerlo pero me han convencido los billetes.
-Si por eso me cae usted muy bien. Lástima que sea ajena y que no mezclo trabajo y placer.
Decidí carcajearme ante tanto cinismo.
-Ni siquiera él se va a enterar que usted sabe ni nada de eso... Así que no la odiará, aunque eso me imagino que la trae sin cuidado.
-Con tal que no me mate...
-¿Acepta?
-Nunca me interese en ingresar en la política por considerarla sucia. Pero habiendo $200 mil dólares de por medio creo que el baño es el mejor remedio para la suciedad. ¿Me entiende la metáfora?
-Por supuesto, dijo el Regidor cerrando el portafolio y dándomelo.
-Además, yo no lo busqué. Usted vino a mí.
-Parece que los que nos parecemos nos juntamos siempre, aunque sea para hacer negocios efímeros, dijo sirviendo una copa de champagne para cada uno, sabrá usted que, después de esto, no me interesa volverla a ver por mucho tiempo.
-¿Ni en la cama?
-Menos allí.
-Bien dicen que el león piensa que todos son de su condición. No me diga que no le dan ganas de que me lo agarre como me agarro al otro.
-Tal vez si pero no mezclo las cosas.
-Me excita pensar que puedo estar en la cama con alguien tan hermoso como usted. Sobretodo después de haber probado este champagne.
-Nos falta el brindis, su majestad.
 Y brindamos en homenaje a la traición.

Al llegar a casa de Cholopo en Chichicastenango, dejamos allí nuestro equipaje y abordamos inmediatamente un bus hacia Santa Cruz de El Quiché para bajarnos en el puente del Río, en el Molino donde mataron a Jorge Carpio. Caminamos en sus orillas escuchando el murmullo que combinaba  el roce de las ramas y el viento  y la acción de gnomos y duendes. En la parte más ancha, Cholopo tiró la bolsa plástica negra  donde iban el brasiere, calzones y medias de doña Julia.
-Siento que te has liberado de algo, le dije. Ojalá que de tu madre lo hagas también algún día. Aún pensaba yo – como todos en la capital -  que esa mujer lo castró y era la peor madre y que uno de los síntomas era vivir enseñando las fotos y las joyas de su mamá que se ponía de vez en cuando para lucirlas en los bares gay.
-¿No vas a tirar esa chalina roja?
-No. Se la voy a regalar a Laura, la prostituta que el gringo sacó de un burdel de Ytapolis, Brasil. Va a viajar próximamente a su país  y será un presente para su madre.
-¿De veras fue puta?
-Si. Y la madre no es la mamá biológica sino la dueña del burdel. Sabes que a todas las matronas les dicen madres.
-Pues no tiene cara de puta. Tal vez de sirvienta, pero...
-Sirvienta, sólo que fuera india de aquí. ¿No ves lo elegante que es?
¿Elegante  de dónde?, pensé entre mí. Simpática, tal vez, y hasta allí lo dejaba... También, amable.
-Como Laura fue puta, el gringo, a pesar que ella usa anticonceptivos, usa preservativo cuando tienen relaciones sexuales. Le tiene desconfianza y no quiere hijos con ella.
-¿Y que tal si se entera que te acostás con ella y que tal vez le pegaste el SIDA?
-¿Y qué tal si ella me lo pegó? Por puta, digo yo.
-Ni que fuera estúpida, pienso.
-No te preocupes. No pasa nada. El no la satisface y ella se lo tiene bien agarrado. Hay que ver las borracheras que se pone cuando su puta no está. La que es una detestable bruja es la mamá del gringo. Me recuerda a la mía pero con dinero.  La aguantan solo porque les ha equipado la casa con pisto de la vieja. Dice que en Guatemala  no hay hoteles a su altura. Son millonarios pero apestan por dentro.
El gringo es el todólogo de Chichicastenango que le quita el  trabajo a los habitantes nativos. Una de sus especialidades son los tours, ocasión que Cholopo aprovecha para acostarse con Laura en su necedad de que él no es gay sino que le gustan las dos cosas. Siempre cuenta la anécdota que cuando estaba en la playa le atrajeron dos calzonetas rojas, una de hombre y otra de mujer y no sabía por cual decidirse. Pero, tanto el hombre como la mujer tienen los ojos de su señora madre, lo cual los hace más atractivos a los dos y no puede decidirse...
-De todo esto lo que menos me gusta es como el gringo trata a Laura. Por eso es que yo la consuelo, aseguraba Cholopo.
Después de ir a tirar la bolsa de plástico negro al río, Cholopo fue donde Laura  y el gringo a despedirla a ella obsequiándole la mantilla roja que perteneció a su madre. De mi madre, para la tuya, le dijo... Allí me di cuenta que aparte de simpática y amable, la brasileña es ingenua. Siempre creyó en su falsa amistad siendo ella su fiel cómplice hasta en las sinvergüenzadas de dinero.
Fue la actitud de ella y del marido hacia Cholopo y la hipocresía de éste, igual que la que tiene con Juan y Samara, que empecé a darme cuenta la clase de cerdo que es mi maestro en el travestismo.  Lo que rebalsó el vaso fue su actitud de sabotaje a la exposición de Osorio, joven pintor que Augusto y  yo promovimos como talento, mi descubrimiento mayor en Chichicastenango y a quien debía abrirle las puertas de la cultura nacional. Augusto  y yo ideamos varias estrategias  para evitar aquella monstruosidad que se hizo evidente en el Puente de Chinique. CONTINUARA.

Ella es Vidalia Gutierrez, la dama de los sombreros, a quienes l@s que la amamos llamamos cariñosamente Vida porque es precisamente eso para tod@s los que tenemos la dicha de conocerla en esta encarnación, ¡pura vida! Durante muchos años Vidalia fue la promotora de la fabricación de sombreros y muchas generaciones crecieron con los mismos. Hasta que se aburrió y decidió ir a radicar a Estados Unidos desde donde supuestamente envía el sombrero mágico de esta historia. La foto fue tomado en uno de sus viajes a Guatemala en Centro Cultural El Encuentro del Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala en una de las actividades que en la exposición de Poesía en homenaje a Pablo Neruda dirigió el autor de la novela.

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