jueves, 19 de septiembre de 2013

El sombrero de Vida, 5

El sombrero de Vida

Novela de Augusto Cesar

A Vidalia Gutiérrez, la dama de los sombreros


“No se puede amar al servicio militar sin detestar al pueblo”, Isabel Allende en De amor y de Sombra.





A Sor Juana Ixcot, amiga que me devela la realidad de mi país. A Mario Sarti, confidente del alma.

“La desgracia se lleva en la sangre”, Isabel Allende en De amor y de Sombra.


1

Antes del Terremoto del 4 de febrero de 1976, mi abuela Lola, la Tía Lita y Lofo fueron a Chichicastenango. Trajeron muchas fotografías con las mismas características románticas de postal y paisaje ingenuo que esconden su promiscuidad e hipocresía. Nadie iba a pensar que en el 2004 yo iba a darme cuenta cómo Chichi es apenas una escenografía para entretener y engañar extraños y que tras sus bambalinas se esconden historias de promiscuidad, perversión e hipocresía.
Una de esas fotografías retrata a mi abuela Lola y a mi tía abuela, la novia del Sombrerón en las gradas de la Iglesia de Santo Tomás. Al lado de los clásicos indios quemando incienso y danzando para deleite de todo aquel que participa de aquella farsa. Esa foto la puse en un marco justos dos días antes del Miércoles de Ceniza del 2004. He aprendido que me suceden cosas en este tipo de fechas para que no se me olviden...
Íbamos rumbo a El Quiché en el carro con mi hermana Claudia Patricia, mi papá, Mishelle, mi sobrina y Alejandra, hermana de padre de Patricia y mía... Casi llegábamos a Chichicastenango cuando ¡por poco! nos vamos entre el barranco en una de sus famosas curvas peligrosisímas. De “suerte”, mi papá encontró un espacio preciso que parecía estarnos esperando. Mi hermana llama a la grúa, esperamos muchísimo y volvimos en medio de las bromas de Alejandra que tiraba besos como si fuéramos en una carroza y ella la reina de belleza.
Patricia estaba enojadísima y con sobrada razón: No pudo hacer sus diligencias y le salió carísima la broma porque lo de la grúa fue un gasto que no estaba contemplado en su presupuesto ni lo de la reparación del carro de papá. Como no tenía otra forma de ayudarla que no fuera la moral, le dije nos fuéramos en autobús el Miércoles Santo y así lo hicimos. Rápido hizo sus gestiones, dimos vueltas por Santa Cruz de El Quiché y como nuestro hermano, -también sólo de papá,- Arturo, no estaba en su despacho pues la exhorté a ir a Chichi a perder el tiempo, a lo cual ella accedió gustosa como si fuera un infante. 
De hecho obligué a mi hermana a subir al Cerro a ver a la piedra Pascual Abaj. Tenía la certeza que debíamos estar allí por muchas cosas y razones. Una de ellas fue la experiencia que tuve en la selva de El Petén, seis meses atrás, cuando en una raíz encontré la efigie natural de una deidad maya que tiempos atrás me había regalado Carlos Méndez, que en paz descanse. A Patricia parecía iba a darle un infarto porque se sofocaba. Así que lo primero que hizo al llegar a la cima fue comprar agua para beber y observar cómo se quedaban los residuos de rituales que los indios van a hacer al visitar la piedra: Desde toallas sanitarias femeninas hasta plumas de gallina despescuezada.
Al estar frente a la piedra por tercera vez en mi vida recordé las otras dos. La primera, cuando niños fuimos Patricia y yo con mi abuela Lola y Lofo. La segunda fui con Carlos y hasta llovió. Pero ninguna fue tan especial como esta tercera en la cual-escuché claramente una voz femenina que me dijo: Aquí estarás.
-¿Que dijiste Patty?, pregunté a mi hermana.
-Yo nada. No mira que he estado bebiendo agua, dijo con su altanería acostumbrada. ¿Cómo iba a hablar con la boca llena?
-Es cierto, pensé. ¿Sería la piedra la que habló? Eso creí en ese momento mientras veía una lagartija corretear sobre la rama de un árbol.
-Pues de repente, dijo mi hermana burlándose. Podría ser ventriloquia para atraer turistas o algo así. Habría que estarse un buen rato aquí para ver si vuelve a mover el hocico. Y empezó a carcajearse.
Independientemente de las burlas de Patricia, ese fue el preámbulo de algunos de mis descubrimientos posteriores que me acercarían a verdades esenciales: Que soy vocero de mis antepasados, que iba a saber claramente qué es lo que quiero para mi y sobretodo qué es lo que no quiero, que iba a entender por qué algunos se resienten cuando descubren que somos esclavos de los dioses pero que esta esclavitud es precisamente la libertad. Y aunque no hubiesen existido esas respuestas filosóficas posteriores, en nada me afectaba lo que Patricia dijo porque de alguna manera tenía que vengarse de mí por haberla hecho subir y sofocarse.
Llegué a entender también el por qué del resentimiento de los indios. Por qué ellos y sus productos culturales, como el Pascual Abaj son traicioneros, hipócritas, esquivos, desconfiados, mentirosos y no dan los ojos directamente... por qué prefieren meter el cuchillo antes que se los metan... primero porque estamos en una etapa de degeneración de lo que en tiempos remotísimos, antes de Babilonia fue el país de Aztlán, la región de los Mayas donde el mito y la verdad son una cosa... donde la sabiduría hermanaba a los hacedores de pirámides en América y Egipto como ilustres herederos de la catástrofe de Poseidonia. Segundo... el dolor nos vuelve como chuchos patiados, animales heridos... y eso son los indios... tienen dolor en el alma... nacen con dolor, viven con dolor, mueren con dolor... después de tantos malos tratos y traiciones que no sólo hicieron posible las conquistas sino que convirtieron el maravilloso territorio, antes habitado por los Mayas, en tierra de traidores, de caines y abeles, de judas y cristos para ver quién aguanta más. En la conquista los judas fueron los cakchiqueles, los cristos quemados, los quichés y eso aquellas tierras no lo olvidan. Y siendo el indio parte de la Tierra, aunque no lo entienda está tatuado en su piel la tristeza de la historia y del decaimiento moral que se refleja en su música, su forma de andar, etc.
Un decaimiento moral que a veces llega al cinismo como en el caso del Cholopo a quien conocí días más tarde, de quien me hice amigo y con quien recorrí Chichi en todos sus rincones. A la piedra la fuimos a ver en la noche y la última vez, cuando más me engañó Pascual Abaj, en el día. Hasta quemamos velas en agradecimiento... la verdad es que la piedra sólo me entretuvo para que me quedara esa noche en casa de Cholopo y me diera cuenta que a las 4 de la mañana llega siempre a visitarlo su amante Eleazar, un ladronzuelo que le lleva objetos robados. Me quedé temblando. Y por más que le preguntaba al Cholopo qué pasaba me decía que nada. Pero yo sabía que sabía. Así que, al regresar a casa se lo conté a Juan, el hijo de la sacerdotisa, mi primer guía en aspectos de la cosmovisión maya y dueño de Chichirancho, por teléfono y me explicó que yo había neutralizado el mal que Eleazar le lleva al Cholopo y que yo, gracias a mis nahuales, podía librarlo del mal haciendo un rito. Al contárselo a Cholopo este se molestó. El Juan con lo que le dijiste sólo va a confirmar lo que le han dicho, rezongó. Al darme cuenta que a Cholopo sólo le interesaba la apariencia, decidí no ayudarlo y alejarme de él definitivamente.
¿Y es que qué puede valer una persona que esquiva calles para no darle la cara a la gente que le debe dinero... o a miembros de las maras con los que se ha acostado y le chiflan y silban diciéndole “Cholopo I love you nena”? ¿Qué puede valer alguien que esconde su homosexualidad burlándose de otros como de Juan Chish... o diciendo que su madre lo castró a tal grado que llegamos a pensar que se acostó con ella... cuando por justificar que es un mal hijo le echa toda la culpa a ella? Por eso lo primero que hice al enterarme de la verdad, al quitarle la máscara al Cholopo fue ir al Cementerio a pedirle perdón a doña Julia por mis malos pensamientos. ¿Que podía yo esperar de alguien que no sólo habla pestes de su madre sino que sobre la tumba de ésta se ha revolcado con cuanto hombre ha podido infectándose e infectando de SIDA?
Estando en Tegucigalpa, Honduras, recordaba el mirador de Chichi debido a que la primera es una ciudad mirador y donde yo vivo son las montañas del sur. Llegué a maldecir a Chichi al recordarme de toda la hipocresía y asquerosidad del Cholopo, la piedra y sus indios. Pero me di cuenta que no era necesario maldecir lo que ya estaba maldito. Por ello, se había constituido en una jaula, en un pantano que reclamaba sus propios miasmas. Por ello es que el Cholopo, fuera de toda lógica no aceptó mi invitación para irse a trabajar a Honduras conmigo y salir del estado de pobreza material y moral en el que vive. Gracias a Dios porque hay que ver la víbora que me echaba encima. Literalmente, víbora porque hay que ver que vive en un nido tal y como viven estos animales... su casa es la única casa que no tiene electricidad en todo el pueblo, no tiene puertas, acumula basura y restos de vegetación en medio de aquellas paredes castradas, tiene abajo y alrededor de su cama basura, ropa podrida, restos de semen en las paredes... y lo que más asco da es que pone los trastos en la misma tasa del baño. Incluso no bastó tirara al río los calzones y brazieres de su mamá que se ponía porque se quedó con el vestido que ella lleva en la foto y que el muestra a todos sin pensar en las críticas que genera.
Lo más simpático de todo esto es que el Cholopo no es el único caso de promiscuidad, perversión e hipocresía de Chichi. Esta última prolifera y se da hasta en burlas públicas como cuando todos atacan al gay a quien han hasta apodado “el Chish” desde un incidente en una cancha de básquet. Chish porque no ha escondido las maneras que delatan su preferencia sexual. Desde hace 20 años tiene pareja pero éste decidió casarse para esconderse. Ciertos sectores de la comunidad gay capitalina indican que Chish merece hasta un premio porque su actitud es similar a la de todos los homosexuales que han abierto brecha en el mundo. Pero mientras en Chichicastenango atacan a aquellos que sólo pretenden ser honestos, la máscara hipócrita prolifera en aquellos que de día aparentan ser hombres de honor y en la noche convierten el famoso arco en su centro de operaciones. Es el caso de Joaquín que tiene su casa, negocio respetable, esposa e hijos... pero que en la noche “le sale lo mujer”, va al arco en su característica bicicleta a pescarse niños de 12, 13, 14 y 15 años y los lleva al cuartito que tiene para el efecto. Según Joaquín a él nunca se le va a pegar el SIDA porque primero se mete con muchachitos aunque no sabe que algunos ya han pasado por otras gentes con la misma “estrategia”. Tampoco se le va a pegar, porque, su miembro es grande, dice, y se baña todos los días. Lo peor de todo es que uno de sus hijos ha repetido su conducta y, en su caso, se da el clásico foco de SIDA cuando la esposa resulta ser la victima más inocente de todas.
La cosa se agrava ante el cinismo de estos individuos a los que les importa poco corromper menores. De todos modos “levantar muchachitos” es una conducta generalizada como nos lo contaba Cholopo, conocido como “la loca” entre los mareros y “el loco, el mosh achí” entre los vendedores del mercado. Pues, según éste lo que menos le importa es la situación jurídica.... Uno de sus muchachos es Eleazar, conocido como el Paloma, cayó en sus brazos cuando tenía 16 años y, pese a que todos lo saben, prefiere que lo vaya a buscar a su casa de la colonia nueva a las 4:00 de la mañana para que nadie note que debajo de su pantalón lleva una falda. “Y es que en Chichicastenango la sexualidad está muy reprimida y lo que abundan son los bi”, afirma. Por eso es que los travestis tienen que hacer uso de este tipo de estrategias.
Cholopo, además, tiene el camuflaje perfecto: Siempre anda con dos esposos heterosexuales para hacer creer se mete con la mujer aunque los chismes lleguen a tal grado de decir que ella hasta lo mantiene con el dinero del marido tal y como sucede con un par de extranjeros que frecuenta en la actualidad.... Así ha hecho creer a sus amigos capitalinos sucede con Laura, la brasileña y su marido, el, gringo divulgando que él usa preservativo con ella porque como la conoció en un burdel de América del Sur desconfía pese a que ella toma anticonceptivos. Y hay que ver lo que dice de Juan y Samara. De hecho se reúne con el sobrino homosexual de Adelaida, ex compañera mía en Teatro para hablar de lo guapo, macho, masculino y mango que es Juan.
Cholopo es hasta cínico en sus intenciones. Lo único que le importa es usar a los patojos como tuvo que usar a una muchacha para aparentar tenía novia. Su táctica es siempre la misma: Niños sin padre, carentes de afecto y hasta drogadictos o alcohólicos en potencia –tal el caso del Paloma- a los cuales empieza a envolver poco a poco para ganarse su confianza hasta que les da “el amor que necesitan” y tiene relaciones con ellos sin protección. Cuando los patojos se dan cuenta, hay hasta peleas y riñas como la que tuvo el Paloma que le quebró la mano a Cholopo. Y es que cuando lo cansan, los tira a la basura, dice “Pero siempre hacen lo que yo digo: Por eso volví a engatusarlo y ha vuelto a mí”, afirma. La nueva victima es Quique, un niño de 15 años que se conectó en el Balneario de Chocoyá, uno de sus centros de operaciones, y a quien le regala chumpas, pantalones, etc. El menor guarda en la casa del informante su bicicleta... pero lo anormal es que la va a recoger a las 11 o 12 de la noche. Según Cholopo, “aún no ha caído pero caerá. Por eso le hago sus deberes, voy a su casa a arreglarle el radio, etc”.
Lo divertido es que aunque Cholopo quiere tapar el Sol con un dedo, todos saben en Chichicastenango lo que hace y es. Primero por los escándalos que le hace el Paloma cuando llega a su casa y segundo porque niños pequeños han colocado fotografías porno con insultos en la puerta de su casa. Parece que han hasta entrado a su casa a advertirle que algo va a pasarle, al robarle. Pero en la capital nadie le cree porque don Ibáñez dice es uno de los que asaltan afuera de la Discoteca Encierro y que es muy posible que él sea uno de los responsables de los cinco asaltos que en 2004 se hizo al Centro de Desarrollo Humano donde se le tachó de corruptor de menores y de Gente Negativa que queda al lado de la organización de homosexuales donde Cholopo y su amante de la 18 calle, Romero, gozan de membresía.
A Cholopo lo infectó de SIDA Oscar, esquipulense perverso que lo ha alojado muchas veces en su casa sin respetar ninguno de los dos que es enemigo de Augusto, pese a que el hipócrita de Cholopo dice ser gran amigo y admirador de este último quien le ha dado de comer y alojamiento en su casa. .Oscar dijo a Cholopo que desde que todos supieron tenia VIH- SIDA “no le sale nada”, decidió entonces mejor hacerse el loco para que no le pase lo mismo y no lo linchen en el pueblo aunque “allí no pasa nada porque hasta un profesor que tenía denuncias por lo que le hacía a los niños se salió con la suya”. Además, entre la gente de pueblo hay más ignorancia “y de eso hay que aprovecharse mientras se pueda”. Después de todo, la ignorancia es lo que da pie a que Chichicastenango sea promiscuo, perverso e hipócrita...
Dije a la Piedra lo molesto que estaba yo. Al reclamarle a ella y al lago de Atitlán su engaño al presentarme a Cholopo con máscara de bondad y decencia. Al preguntarle que qué le había hecho yo cuando nos habíamos mostrado simpatía mutua... me mostró el futuro del Cholopo, por lo cual Chichi no le deja ir: Menos a Honduras a donde yo iría. Y menos al sur de Tegucigalpa donde hay montañas similares a la de Pascual Abaj pero benignas. Más hundimiento económico... más odio... más frustración... el manicomio primero y de allí la calle... la gente hasta va a lincharlo pero su destino es la locura, deambular por las calles perseguido por sus demonios y diablos y por la genética de su padre el nazi... como un charamilero pero sin licor... como un perro sarnoso pero sin sarna en el cuerpo aunque si en el alma... Me dio lastima y empecé a ver las cosas menos negras. Empecé a ver lo positivo de aquella experiencia: Llegué a tomar conciencia que mi fortaleza más grande es la Ley del Amor y si a cosas materiales vamos regresé a la amistad de viejos amigos como Adelaida y Manuel y conocí a personas de alto calibre como Juan y su esposa, Osorio, joven valor de quien Cholopo quiso sabotear la actividad de pintura que Augusto y yo promovíamos para lanzarlo en Mesoamérica, la misma Laura y el gringo, etc. Muchos de ellos aseguran que lo volvieron a ver hasta que yo aparecí.
Juan, a pesar que Cholopo lo hizo parecer como un hipócrita que estaba con él y me jugaba la vuelta, es el más especial de todos, considero. “Hijo de la luna”, aprendiz de sacerdote maya... alguien que evoca la dignidad perdida de su pueblo como buen descendiente de Kaja Paluna, la mujer de Risa de León, uno de los cuatro primeros hombres, de nuestros primeros padres creados por el Espíritu del Cielo, Espíritu de la Tierra. Kaja Paluna es considerada como procreadora de gente, pequeños nobles, grandes nobles, nuestros primeros ancestros. Muchísimos sus descendientes, dignos los del cielo y en línea directa viene Juan, hijo de la sacerdotisa. Y es que entre los indios de hoy lo más preciado son los que nos ligan a los ancestros y al cielo: los sacerdotes que aunque dormidos algunos en la espiral del tiempo son los que nos unen con la dignidad antigua.
Juan y Samara son dueños de Chichirancho, un negocio restaurante en el pleno corazón de Chichi donde, a veces, en la noche, el Libro Mágico de Tierra, Agua, Fuego y Aire hace saltar a nahuales y números. Fue allí donde la Lagartija me habló la primera vez y me di cuenta que aquella voz que creí era la de mi hermana Patricia no era la Pascual Abaj sino la de la lagartija que jugueteaba en la rama del árbol.
-Eres el vocero en este mundo de tus antepasados. Tu misión es escribir El Libro de la Vida. Tu labor es enredar historias y personas dentro de varios universos. Tu dolor es comprender los mecanismos del Libro de la Vida. Tu felicidad es servir, sanar, ser fuerte, dominar, extasiarte con la verdad, la bondad y la belleza.
Juan me mostró la cruz de las relaciones. El y Cholopo en los brazos, yo en el cuerpo.
-Nunca se van a entender, aseguró. Haz caso siempre a tu cuerpo. Te habla.
-Por eso se que algo pasó cuando llegó el único y verdadero amor de la vida de Cholopo a su casa y me puse a temblar... sé que Cholopo lo sabe.
-Ahora lees en el agua. Pero pronto leerás en el fuego. Chichicastenango es una serpiente. Tierra de artistas del alma que está empañada por el dolor ancestral y la degeneración natural de los ciclos.
-¿Cuál es el secreto en medio de tanto misterio?
-Nunca nos vencieron. Creyeron nos conquistaron pero no fue así. La Iglesia Católica de Santo Tomás no es Iglesia Católica sino la piedra ancestral. Los santos no son santos sino signos de nuestros creadores. Los que mandan no mandan sino nosotros. Por eso, cuídate de la víbora del Cholopo.
-Ya lo sé. Estando en su perímetro todo me ha salido mal. Saliendo, las cosas han cambiado.
-Estando frente al fuego, Cholopo lloró mucho cuando su nahual le dijo que algo le bahía pasado a los 13 años. Mi esposa y yo hemos querido ayudarlo como ha querido mucha gente pero no se puede.
-Su genética nazi. Yo también me quise quitar mi apellido pero... uno no puede librarse de lo que es, de donde viene y a donde va...
-Es más que eso. Ustedes son como familia.
Muchos signos indicaban que la iniciación de Cholopo y mía había terminado. El choque con él es el mismo que con algunos miembros de mi familia. Es espiritual. Hipocresía vrs. Verdad. Espíritu vrs. Materia. Mientras mi fuerza me la dan los antepasados, ellos se contaminaron con vileza en la sangre (vileza nazi en el caso de Cholopo e india en el caso de mi gente). Ellos son mediocres que se ponen al servicio del mal. Pero no como antaño los magos negros se ponían al servicio del Universo para que éste evolucione. No. Es un mal que no es mal sino ridiculez, pequeñez egoísta, desconocimiento de demonios interiores, ir contra si mismo, sembrar mierda para cosecharla y comérsela ellos mismos suicidarse en su ponzoña creyendo ser eternos y poder hacer daño a amigos y enemigos. Entre ellos, yo.
Juan se quedó frío cuando le dije que pese a todo amo a Cholopo como si yo fuera buen cristiano.
No rió por no ofenderme porque sabía que mi sacerdocio era de otro tipo, entre nahuales y piedras. Por eso sólo sonrió. Sobretodo cuando le conté que mi viaje a El Salvador y Honduras era necesario. En El Salvador, con Faustino vi una lagartija y aprendí que la semilla hay que sembrarla, tirarla luego llegará el fruto pero este no debe importarnos ni hacernos perder el tiempo esperando por ellos. En Honduras, la primera vez que la vi fue dentro del auditórium que está en la montaña del sur de Tegucigalpa donde habito. Ese día me fue devuelto el don de la palabra inspirada, de la poesía... de las historias que había que contar. Fue allí donde supe que Cholopo era pasado porque u principal reclamo hacia mí eran mis intrigas, las historias de mi mente. No cabe duda que su misión era callarme. Silenciarme y hasta deidades como el Pascual Abaj debían impedirlo, advertirme que Cholopo es pausa de silencio en mi vida. Por eso mismo y por respeto a la misión que me imponen mis nahuales, he decidido que ambos permanezcamos callados de aquí al resto de nuestras vidas. Aunque sé que al hacerlo corre mi historia el peligro de parecer que nada hubiese sucedido ya que lo que no se nombra casi no existe, se torna penumbra, tiniebla, bruma espesa...el silencio lo va borrando hasta hacerlo desaparecer.
Cholopo me reclamaba constantemente el mundo de mis historias... ponía razones ficticias e historias que a mí nunca se me ocurrirían dentro de mí... me cansé y me harté de eso y puse a Cholopo en el lugar que le correspondía: el botadero de basura... por eso no me preocupé cuando lo echaron del manicomio porque tenía SIDA y al parar en Chichi cuyo vientre siempre lo reclama quisieron lincharlo... me cansé y me harté de eso porque iba contrario a la enseñanza de la Lagartija, del libro mágico de Juan de Tierra, Agua, Fuego y Aire: Que las historias gustan y entretienen porque enseñan... enseñan porque transforman... transforman porque llegan al alma... Llegan al alma porque la palabra es magia... es magia porque mientras Dios no dijo nada, nada fue creado... cuando empezó a decir “hágase” empezó a manifestarse todo. CONTINUARA.

Iglesia de Chichicastenango, de los lugares mencionados en esta narración.

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