martes, 18 de marzo de 2014

Alteraciones Geminianas, 7





Me gusta ser original


en lo que hago. Aunque muchas veces he estado en la sutil línea que separa lo sublime de lo ridículo ... Pues para dar mis  clases no me quedo atrás y siempre considerando Historia y Semiótica ciencias vivas se planea en cada cátedra actividades especiales ... así que con los  alumnos de 40 bachillerato de ENAD decidimos ir al VIII Festival de Danzas Tradicionales de Totonicapán para ilustramos en torno a la "Historia social del Teatro" en su capítulo precolombino. Quedamos de juntamos en una gasolinera de la 6a avenida que está cerca del Centro Cultural donde actualmente está la ENAD. En dicha gasolinera llegan siempre las pocas camionetas que salen para  Toto. Cuando /legué, me dijo el dependiente que la camioneta ya se había ido.  Salió 15 minutos antes. Si quería alcanzarla debía correr a la Terminal. Lo hice y, al /legar, la camioneta ya se había ido. Desesperadamente empecé a buscar a los alumnos y a pensar que sólo el teatro lo puede a uno involucrar en tales situaciones. Alquilé teléfono en una de las cafeterías de mala muerte de la misma. Llamé a casa. A ENAD. A la primera nadie se había comunicado y en la segundad me indicaron que acababan de irse. Entonces -razoné- tampoco ellos habían tomado el bus. Así que volví corriendo a la gasolinera. A/lí estaba sólo Juan Carlos, uno de "los patojos". Dándonos el mutuo consuelo, indagamos de nuevo al dependiente de la gasolinera y nos dijo que los otros acaban de pasar. La seña era el pelo de dos de los jóvenes pues lo tienen largo y usan colita. Nos dirigimos a la Terminal. Los buscamos. No los encontramos. Regresamos a la Terminal. Tampoco. Nos dimos por vencidos y decidimos irnos. Pero ya no había buses. Así que tomamos un urbano y nos dirigimos a la 18 calle. Ninguna camioneta iba. En una de las empresas, el bus salía hasta en la noche así que decidimos tomar la primera que encontramos en la 20 calle y que iba a  Huehuetenango y nos dejaría en "Cuatro Caminos". Como se miraba que la  empresa prestaría un buen servicio, nos subimos y ....  ¡qué chasco! La camioneta si no se paró veinte veces en la carretera no se paró ninguna. No llevaba luces. Tenían que estar cargando las baterías constantemente y cuando se quedaba sin luz íbamos a oscuras en la camioneta y, si bien iba, otros bus o camión que atrás auxiliaba con su luz ...  ¿sé imagina el lector? Juan Carlos y yo refunfuñábamos y nos sentíamos decepcionados de "La Velásquez". En una de las paradas decidí ir  a comprar ricitos y galletas en especial para convidarle al alumno que, según me  dijo, no había desayunado ni almorzado porque, por el viaje, hubo de atender  cuestiones de trabajo. Si no hubiese sido por los muchachos pertenecientes a las etnias del lugar y que iban haciendo bromas ni siquiera nos hubiésemos reído. Llegamos a "Cuatro Caminos" a las 10 de la noche. Mucho después de lo que la camioneta que iba a salir tarde nos hubiese dejado. Fue lo primero que lamentamos. Conseguimos un taxi y éste nos condujo a Toto y nos dejó en el Hotel de más categoría. "Ya no hay cuartos", dijo el hospedero. Indagamos sobre el grupo y nos dijo que no había llegado. Buscamos en todos los hospedajes... En otro, sólo había un cuarto en la azotea cuyas camas eran un montón de ladrillos sobre el cual había periódico para hacer de colchón. Allí nos quedamos pero antes compré en una tienducha jugos, galletas saladas y dulces porque no había donde comer. Juan Carlos tenía la esperanza que "su gente" estuviese en el parque o paseando por las calles. Pero todo era silencio. "Aquellos" no aparecieron.
Dos tres veces me desperté por el ruido del viento y el frío de la madrugada. Ni bien el sol salió me puse de pie y salí dejando a mi alumno en uno de los movimientos del concierto de ronquidos. La calle tranquila, el sol riquísimo.. pero todo "a piedra y Iodo". Me di el lujo de ir a observar las construcciones neoclásicas que aún conserva como patrimonio el pueblo. iQué riqueza la que hay aquí!, pensé. Y qué tontas las autoridades de turismo y organizadores de la actividad que no aprovechan: No hay hoteles. Mucha gente se quedó en el parque. No hay servicio de transporte eficiente... Tal vez por ello... porque el valle es tan pequeño y las montañas se ven cerca dándole un matiz de subida al cielo a todas las casitas... porque todo es sano (no hay ni una cantina en el pueblo)... es un pueblo que da la impresión que toca al cielo.  Además, de sus monumentales edificios de la plaza central (en especial el Teatro) y el monumento de la misma... edificio de la Municipalidad... en fin. Poco a poco las calles se llenaron de turistas e indígenas y aparecieron entre la muchedumbre mis alumnos. Fuimos a recoger a Juan Carlos y me indicaron que estaban en uno de los hospedajes donde preguntamos. Que nos oyeron. Pero no creyeron éramos nosotros... Lo bueno es que ya estábamos juntos.  Desayunamos. Estuvimos en la inauguración de la actividad y empezamos a admirar los bailes: Del Venado, Mexicanos, Catalina, Micos, Conquista, etc. Las plazas engalanaron de colorido... Muchos personajes del quehacer cultural se dieron cita en tan sorprendente acontecimiento. Entre ellos, el Lic. Guy Labal, director de Alianza Francesa y su esposa que se entretenían tomando fotos... Fuimos al mercado. Mis alumnos aprovecharon para hacer compras... y todo fue muy divertido. Aprendimos en torno al sentido comunitario de estas expresiones teatrales, vestuario, máscaras, morerías ... Lorena se dio el lujo de ponerse máscaras y retratarse con algunos de los bailadores.... Regresamos sin almorzar. Después de mediodía. La camioneta que viene a Guatemala nos dejó y tomamos una para Xela. Al llegar a esta bellísima ciudad nos encontramos con que la  siguiente camioneta salía a las 20:00. ¿Se imagina el lector? Además, sólo había 3 boletos. Previo intentar irnos en camionetas que pasaban por la carretera los compré: Uno para mí, otro para Mynor, (uno de los alumnos de coJita) y otro, según nosotros para otro alumno (a) pero no quisieron irse los demás sino quedarse a dormir en Xela y salir al día siguiente para estar a medio día. Yo no me quedé porque, al igual que Mynor, tenía compromisos desde las 8:00 horas del día siguiente así que el otro boleto se lo dimos a un señor que nos dijo trabajar en Paiz y que había ido a San Marcos a hacer una diligencia. Llevaba dos días de tratar de regresar a la Capital y, gracias a lo pésimo del transporte, apenas andaba por Quetzaltenango. Tuvo suerte y compartió con Mynor y yo asiento de regreso. El último del bus por cierto. Estoy seguro que Juan Carlos no quería vivir una experiencia como la de la noche anterior y decidió quedarse junto a Lorena, Alba, Vílma (que estaba de cumpleaños), Léster (el otro de colita) y Carlos con quienes medio almorzamos y esperamos se llegara la hora de partir. Mucha gente pasa penas por venirse. Se vinieron dos buses llenísimos y fuimos llegando a la Ciudad de Guatemala a eso de las 24:00 horas. Para colmo, el transporte urbano lo mismo pero eso sería otro tema y ya no tengo espacio.

Los Géminis


somos buenos para viajar, dijo Claudia. Recorremos el mundo en busca de aventuras. Por ello, yo también hice un viaje el domingo. Fue a Livingston. Allí vi a la Engracia, la loca que cuando estaba cuerda no usaba calzón. La que enloqueció porque dicen que vio a Jesús. El mar me atrae con una atracción casi sexual. Quizá por ello lo vi erguirse sobre las olas. Gigantesco. Primero salió su mano a la superficie. Era una montaña. Nadie lo veía. Luego, el viento pareció jalarle del cabello y apareció la cabeza. El pelo negro. Los ojos negros. La mirada negra. El cutis negro. El cuello. Su hermosa espalda. Sus nalgas desnudas. Sus muslos. Pantorrillas. Pies. Era un coloso sobre las aguas. Nadie lo veía. Sólo yo.
La lancha en la que veníamos para Livingston parecía hundirse al chocar con la marea. Está brava el agua, comentó el lanchero. Y yo que creía el asunto era cotidiano y normal. Podíamos dar vuelta. Empezó a darme miedo. Me empaparon las olas. De pronto una enorme bañó la lancha. El mar está bravo, decía el lanchero. ¿Qué pasará? Todos teníamos miedo. Yo más que todos. Tal vez por eso fui la única que vio al gigante.
¿Estaría por eso enfurecido el mar? Tal vez. Pudimos llegar al muelle principal de Livingston. Una negra era la única que esperaba. Vieja. Arrugada. Con canasto en mano. Hedía porque le cayó agua de mar y no tenía costumbre.
-Buenas tardes señorito. Buenas tardes señorita. Buenas tardes señor. Decía la loca a todo mundo. Buenas tardes señora. Buenas. Muy buenas. Observé que miraba hacia donde estaba el gigante. ¿Lo veía ella también? Nadie ve al gigante, dijo. Sólo los lo vemos. ¿Está Usted loca doña Claudia?, me cuestionó.
Sabía mi nombre. La reconocí de inmediato: iLa Engracia que enloqueció! A la que su tía doña Paca envió a Livingston para que se volviera negra. A la que la Magdalena había dejado sin calzón.
El gigante empezó a achicarse. Ya no era gigante. Un hombre normal. Como todos los negros de esta región. Igual a cualquiera. Caminó sobre las aguas. Llegó a la arena. Pasó frente a la loca con canasto. Frente a mí. A los demás. A todos. Nadie lo vio. Sólo la loca. Sólo yo.
Alguien dijo mi nombre. Me llamó porque me había quedado atrás."Apúrate", dijo.
Me apuré. Livingston a primera vista me fue precios~. A segunda, también. Lo recorro en mi mente y fuera de ella y me apasiona sólo nombrarle. Pero el gigante está allí. En cada esquina. En cada adoquín. En cada partícula de polvo. Es agua y se vuelve lluvia, rocío, brisa marina. (La misma que percibí al caminar descalza en la Playa del Ayuntamiento). Lágrimas. (Las mismas que derramé pensando no estar loca). Lo veo hasta en mi propia alma donde también hay un mar, unas calles, un pueblo... una loca y yo.
Esa noche hacía mucho calor. Decidí salir a escribir. Me aparté al muelle y me asustó el viento. Estaba enojado. Hacía trotar las embarcaciones. Me dio miedo. El hombre aquel, el negro que era la noche, estaba allí. Quise hablarle. No pude. Era más fuerte el temor y el aullido del viento. Quería escribir. Parir mil ideas. Tomé hoja- y papel. El miedo seguía. Y el hombre en mi imaginación. Debía volverse verso, gentil prosa, irresoluble diálogo, increíble relato... Debía volverse algo tangible. Pero no pude escribir. El temor invadió hasta el muelle. Las embarcaciones con su ruido parecía me advertían. Entré al hotel y en mi habitación me puse a escribir. A lo lejos, el viento. Lejos, pero viento. Aullante.
A la tarde del día 6iguiente volví a verlo. Pero ya era papel. Narración. Sin embargo, allí estaba en el muelle. Mirándome. Empezó a caminar por la parte más solitaria. Lo seguí. Se dio cuenta que lo perseguía. Le di alcance. Le quité la camisa. Se soltó. Corrió. Lo alcancé. Le quité el pantalón. Lo mordí. Se soltó. Se hizo pequeño otra vez. Lo seguí adentro del agua. Las olas se detuvieron.  Llegamos donde horizonte, mar y todo se vuelve uno solo. Detestaba su sensualidad. Quería destruirla como Apolo quiso destruir la virginidad de Dafne y ésta desesperada se volvió laurel. Me le fui encima por la espalda. Desapareció. Era espuma. Yo luchaba. Me retorcía. Padecía orgasmos. Triplicaba los gritos de la cópula. El mar calló ante mis retumbas. Volvió a correr. Me tiró a la playa y entre mis manos quedó el gigante. La loca Engracia me vio. Y sólo yo lo vi. Y sólo ella lo vio. La historia vuelve a repetirse, pensó. Sólo los locos lo ven. Yo lo tenía entre los dedos y allí se evaporó. Pura agua de mar.
iQué coincidencia! Yo también hice un viaje el domingo, dijo Manuel Antonio. Fue hace diez años.
Diez años diez.
Diez años diez, diez años diez.
Diezañosdiezdiezaños diezdiezaños diez.
Diezañosdiezdiezaños diezañosdiezdíez añosdíez.
Diez añosdiezañosdiezañosdiezañosdiezañosdiezaños.
Diezañosdíezañosdíezañosdiezañosdíezañosdiezañosdiez años.
Tocaron a mi puerta. Salí a ver quién llamaba. Era un hombre. ¿Qué desea? Hablar con Usted don Manuel Antonio. ¿Conmigo? Si. ¿Quién es Usted? Usted no me conoce. Por eso pregunto. Vengo del Amazonas y toqué aquí como hubiera tocado en otro lado. ¿Perú? Si, aunque no lo crea vine a pie desde allá. ¿A pié hasta Guatemala? Llevo diezañoscaminando lejos de mi tierra. Conociendo. Después de conversar con Usted aquí en su casa, tomo el avión y regreso. Pero entonces pase.
Pasó. Hablamos. 'Era un Callahuaya. Un médico itinerante inca que llegaba al fin de la prueba. Ni bien se casó abandonó la aldea por un período de diez años para recorrer tierras foráneas. Se le había ocurrido subir por Colombia, Panamá y Centroamérica hasta llegar a Guatemala. Tocó a mi puerta y lo conocí. Lo que me da pena es su mujer. Desde hace diez años que no podía ni peinarse ni bañarse. Eso es parte de la prueba. Lo único que podría hacer es el trabajo en el hogar, _serle fiel al marido y comportarse correctamente.
No hay hechizos y no hay brujas. No sé si he sentido nada todavía. La verdad es que no creo que voy a rechazarla. Cuando regrese ella saldrá a mi encuentro provisto de viandas y chicha. Vaya aceptar esas ofrendas. Eso va a significar que estoy satisfecho de la conducta de ella.
¿Qué pasa si le avisan algo? ¿Qué pasa si tiene que rechazarla?
A mi nada. A ella mucho. Se arrodillará y me pedirá perdón.
¿Y si no la perdona?
Regresará a la aldea y se tirará desde lo alto de una roca. Tendrá que lanzarse.
¿Suicidio?
Pero primero el oráculo del cóndor hablará. iEI adulterio sin expiar sería una amenaza?
Bomborombon. Tambores pompon.
Bomboronbon. Diezañosdiez.
Primero puso un telegrama. Avisó a su aldea que iba a llegar. Luego, tomamos el avión. Pero yo me fui de shute. Necesitaba distraerme el fin de semana y qué mejor que ser el padrino de aquel dulce encuentro o el testigo de un (dulce también) suicidio.
Llegamos y los tambores bomborombiaron. Yo sentía que los árboles se erizaban al verme. iExtranjero al fin?, pensaba. No. No es eso. Por muy réplica del jaguar, moreno pelo largo-cinta en la cabeza el inca, no era por eso que la jungla no quería que yo~ entrara. Era por otra cosa. Y los tambores seguían necios bomborombiando.
Al encuentro nos salió aquello. ¿Que era? Un manojo de pelos desde la coronilla hasta el suelo que lo cubría todo. Una letrina andante. Apestaba la mujer del Callahuaya. No en vano pasó diez años sin bañarse ni peinarse. Por fortuna traía en mi maleta una secadora de pelo porque la verdad es que como presidente de la Casa de la Cultura de La Antigua Guatemala que soy quería darme el lujo de ser el primero en introducir la moda ponk en aquella .. digámole ciudad.
¡Qué envidia! ¡Me encantaría que mi mujer me mantuviera! Irme diez años y que cuando regresara me mimara, me abrazara y me diera tantos obsequios como minutos caben en diez años. ¡Hasta un cuarto lleno de oro y plata donde harían el amor cuando la muchacha ya estuviera limpia y peinadita: Porque a pesar de todo don Callahuaya es algo lleno de babosa das.
Me ofrecí para peinar y bañar a aquel manojo de pelos. Al principio no muy querían porque todo salvaje teme a los artefactos de la civilización. Por esto fue tan fácil que los conquistadores se los babosiaran con espejitos y ... Bueno, lo mio es más tecnológico. Por lo menos iba a cambiar de aspecto aquella mujer.
Aunga unga tengo miedunga. No seas sonsa vos cabronunga. Esto es para peinar y se llama secadora. ¿Qué está seca la Dora? No, se ca do ra.
Pero ¡qué clavo! Aceptó y ahora no sé qué hacer para no quedar en ridículo. Resulta que en aquel recóndito lugar no hay electricidad y la secadora que yo llevaba era eléctrica. ¿Qué hago?
Primero la llevé a bañarse al rio. Descubrí una piel morena. Tersa. Suavecita.  ¡Curvas frenéticamente peligrosas! La verdad es que no me dio tiempo a malicias porque pensaba qué podría hacer para que funcionara la secadora.
Salimos del rio. Le dije se secara con los rayos del Sol. Así ganaba yo tiempo. Empezó a desesperarse y yo no encontraba solución. Empezó a desesperarse y yo ídem. (INSTRUCCIONES-PARA EL LECTOR: Si quiere saber qué significa la palabra idem tendrá que quedarse con la duda porque no vamos a decírselo).
Aunga unga querer ir con maridunga.
Es comprensible. Después de diez años de casada. Ausente el marido y sin luna de miel como para que no brincara haciendo temblar la tierra.
Maridunga maridunga.
Recordé tenía pilas y que la secadora podía usarse con pilas.
¿Pilas pa lavar ropa aunga unga? No. Así se llaman.
Le corté el pelo. La peiné. Quedó nais. ¡A lo Flans! Parecía rockera. Se vio en el espejo del rio. Pataleó de alegría. Yo me sentía excitadamente exitoso. Me besó. Vi sus ojos. Me perdí en ellos. En su boca. En su desnudez. En su piel. En su sexo.
Fue mía la mujer de otro. Bueno, la esposa. Después de todo era virgen.
No sabía explicarse lo que había sucedido. Sólo que le había gustado y después
de la entrega, el éxtasis y aquel agónico encuentro le conté que algo parecido es
la  electricidad que no tienen en el pueblo.
La verdad es que nos enamoramos. Nos prometimos amor eterno. Entre aunga unga y secadoras nació el loco romance. Pero de pronto bom borom bom bom chiquilla te espera tu marido para el ritual y la recepción.
No quieto ir. Te amo a ti. Debes ir o nos matarán.
Los bormbom también enmudecieron ante aquella transformación. Pero
Callahuaya que miraba más allá empezó a protestar. ¿Qué comerá que adivina?, - me preguntaba a un principio. Pero es lógico. Se dio cuenta. No en balde puede separar el espíritu de su cuerpo, convertirse en animal, adivinar, ser curandero y ha tenido más de mil reencarnaciones.
¿No te gusta tu mujer así? Me gusta como sea. Pero ella no me es fiel.
ESCANDALO y GRITERlO.
Pero si antes estabas tan contento. ¡No me es fiel! No logro explicarme cómo la acepté antes y ahora no. Pero... pero no me es fiel.
La llevaron ante el oráculo del cóndor. La ataron en un poste clavado en un lugar solitario cercano al pueblo. Empezaron a pasar las horas. Estaban esperando a los mallcuso, los cóndores gigantes de Los Andes. Si se aproximan a ella, ella se muere. Pero faltaba poco para el plazo y no aparecía ningún cóndor gigante. ¡De repente brrrr!!! ¡Un avión pasó por allí!
BULLICIO Y RUIDO. COMENTARIOS: ¡Un cóndor! ttJn cóndor!
La marca del avión era "Cóndor". En realidad era un avión de la Coca Cola que empezó a tirar su propaganda. Parecía el comercial de aquel ritual. Y calleron los slogans de "La chispa de la vida".
TAMBORES: Bom boron bom.
Le dije al Callahuaya que no era un cóndor sino un avión. Allí dice cóndor.
Es la marca. Es un cóndor de hierro, visto únicamente el día de la creación. (¿Le llamarían terodáctilo ese día?).
La muerte de la mujer de electricidad en la sangre estaba echada. La presencia de aquel avión la delataba como la peor de las adúlteras. Hasta el mensaje subliminarl del producto llegó. Interpretaron que aquello de "la chispa de la vida" no era más que ya no debían dejar que se suicidara en una roca sino que debían quemarla. Porque el fuello allá aún se hace por medio de las chispas que salen al frotar las piedras.
BOMBOROMBOM diezaños diez.
Le sugerí al Callahuaya que perdonara a su mujer. Porque tendría que casarse otra vez, abandonar a su mujer y perdería otro tiempecito valioso de su vida entre la virginidad de su esposa, su castidad y paseitos por el extranjero en un lapso de diez años.
Regresé a mi casa después del veredicto pensando en que podían reflexionar. Le regalé la secadora al Callahuaya. Preguntó que si en diez años podría venir a casa aquí 'dn La Antigua Guatemala. Le dije que sí porque era ya un lugar seguro. Así no tendría que tocar otras puertas con riesgo a que no le abrieran. Más vale lo viejo conocido. Me pidió que prepara otra secadora para componer alotro mano de pelos. No sé. Yo estaba seguro que ella no moriría.
Pero la quemaron. Los ojos de la víctima en los que me había hundido en placer y carnalidad no derramaron ni una lágrima. Sus labios no gritaron. Porque pensaba. Sólo pensaba que moriría sin decirles nada a los de su pueblo. No valían la pena como para explicar/es lo que de todos modos nunca entenderían lo que ella tampoco entendía. Aquello de la electricidad que había sentido por su cuerpo. Que era tan bonito y tan necesario para el progreso.
BOMBOROMBOM diezañosdiez.
FINUNGA UNGA DE MI VIAJUNGA.

CONTINUARA

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